Lo que nos encontramos aquí es una referencia a un cohete de tres partes, con la cabina o módulo de comando en el extremo superior, los motores en el extremo inferior y el gir en el centro. Éste último es un término que se ha utilizado ampliamente en relación con el vuelo espacial.
A los guardianes que se encontró Gilgamesh en la entrada del sitio de aterrizaje de Shamash se les llamaba hombres-g/r. En el templo de Ninurta, la zona interior sagrada o más vigilada recibía el nombre de GIR.SU («de donde surge el gir»).
Se admite en general que Gir era un término utilizado para describir a un objeto de bordes afilados. Una observación detenida del signo gráfico de gir nos permite comprender mejor la naturaleza «divina» de este término, pues lo que vemos es un objeto largo con forma de flecha, dividido en varias partes o compartimentos.
Que el mu pudiera cernerse por sí mismo sobre los cielos de la Tierra, o cruzar los continentes al ir sujeto a un gir, o convertirse en un módulo de mando en la cúspide de un apin de varias fases, es una prueba del alto nivel de ingeniería de los dioses de Sumer, los Dioses del Cielo y de la Tierra.
Un estudio detenido de los pictogramas e ideogramas sumerios no deja lugar a dudas acerca de que, quienquiera que fuese el que trazó esos signos, estaba familiarizado con las formas y el propósito de los cohetes con colas de fuego humeante, de los vehículos con forma de misil y de las «cabinas» celestes.
KA.GIR («boca del cohete») mostraba a un gir dotado de aletas, o cohete, dentro de un recinto subterráneo parecido a un pozo.
ESH («Morada Divina»), la cámara o módulo de mando de un vehículo espacial.
ZIK («ascender»), ¿un módulo de mando despegando? |
Por último, echemos un vistazo al pictograma de «dioses» en sumerio. Esta palabra estaba compuesta por dos sílabas: DIN.GIR. Ya hemos visto lo que era el símbolo GIR: un cohete de dos fases con aletas. DIN, la primera sílaba, significaba «justo», «puro», «brillante». Al ponerlas juntas, por tanto, DIN.GIR, es decir, «dioses» o «seres divinos», transmitía el significado de: «los justos de los objetos en punta brillantes», o, de forma más explícita, «los puros de los cohetes ardientes».
El pictograma de din era éste: que nos trae fácilmente a la memoria al potente motor de un reactor que arroja llamas por la parte posterior, y con el extremo frontal desconcertantemente abierto. Pero el desconcierto se convierte en asombro cuando «deletreamos» dingir combinando los dos pictogramas. ¡La cola del gir con aletas encaja a la perfección con la abertura frontal del din! (Fig. 84, 85)
El asombroso resultado es la imagen de una nave espacial propulsada por un cohete, con un módulo de aterrizaje atracado a la perfección -¡de la misma manera que el módulo lunar atracaba en la nave espacial Apolo 11! Es, ciertamente, un vehículo de tres fases o etapas, en la que cada parte encaja perfectamente en la otra: en la sección de propulsión estarían los motores, la sección media contendría los suministros y los equipos, y la «cámara celeste» cilíndrica que albergaría a los dingir, los dioses de la antigüedad, los astronautas de hace milenios.
¿Puede haber alguna duda de que los pueblos de la antigüedad, (al llamar a sus deidades, «Dioses del Cielo y de la Tierra», estaban queriendo decir, literalmente, que eran gentes de alguna parte que habían venido a la Tierra desde los cielos?
Las evidencias hasta ahora presentadas en lo referente a los antiguos dioses y sus vehículos no deberían dejar resquicios a la duda de que hubo una vez seres vivos de carne y hueso que, literalmente, bajaron a la Tierra desde los cielos.
Incluso los primeros recopiladores del Antiguo Testamento -que consagraron la Biblia a un único Dios- consideraron necesario reconocer la presencia en la Tierra de estos seres divinos en la antigüedad.
La enigmática sección -a la que le tienen pánico tanto los traductores como los teólogos- es la que forma el comienzo del Capítulo 6 del Génesis. Ocupa el espacio que hay entre la reseña de la expansión de la Humanidad a lo largo de las generaciones después de Adán y el relato del desencanto divino con la Humanidad que precedió al Diluvio. Afirma, inequívocamente, que, en aquel tiempo,
los hijos de los dioses
vieron que las hijas de los hombres estaban bien;
y tomaron por esposas
a las que preferían de entre todas ellas.
Las connotaciones de estos versículos, y los paralelismos que hay con los relatos súmenos de los dioses, de sus hijos y nietos, y de la descendencia semidivina resultante de la cohabitación entre dioses y mortales, se acumula mientras seguimos leyendo los versículos bíblicos:
Los nefilim estaban sobre la Tierra,
en aquellos días y también después,
cuando los hijos de los dioses
cohabitaban con las hijas de los Adán,
y ellas les daban hijos.
Ellos fueron los poderosos de la Eternidad-
El Pueblo del shem.
La traducción que figura aquí no es la traducción tradicional. Durante mucho tiempo, la expresión «Los nefilim estaban sobre la Tierra» se tradujo como «Había gigantes sobre la tierra»; pero los traductores modernos reconocen el error, optando al final por dejar intacto el término hebreo nefilim en la traducción. El versículo «El pueblo (gente) del shem», como sería de esperar, se tradujo como «la gente que tenía un nombre», y, de ahí, «los hombres famosos». Pero, como ya hemos dicho, el término shem se debe tomar en su sentido original -un cohete, una nave espacial.
Entonces, ¿qué significa el término nefilim'? Derivado de la raíz semita NFL («ser lanzado abajo»), significa exactamente lo que significa: ¡aquellos que fueron arrojados a la Tierra!
Los teólogos contemporáneos y los eruditos bíblicos han preferido evitar estos molestos versículos, justificándolos alegóricamente o, simplemente, ignorándolos por completo. Pero los escritos judíos de la _época del Segundo Templo reconocieron en estos versículos los ecos de antiguas tradiciones sobre los «ángeles caídos». Algunos de los más antiguos trabajos eruditos llegaron a mencionar los nombres de estos seres divinos «que cayeron del Cielo y estaban en la Tierra en aquellos días»: Sham-Hazzai («centinela del shem»), Uzza («poderoso») y Uzi-El («poder de Dios»).
Malbim, un destacado comentarista bíblico judío del siglo xix, reconocía estas antiguas raíces y explicaba que «en la antigüedad, los soberanos de los países eran los hijos de las deidades que llegaron a la Tierra desde los Cielos, y gobernaron la Tierra, y tomaron esposas de entre las hijas del Hombre; y entre su descendencia hubo héroes y poderosos, príncipes y soberanos». Estas historias, decía Malbim, eran de los dioses paganos, «hijos de las deidades que, en tiempos primitivos, cayeron desde los Cielos a la Tierra... ésta es la razón por la que se llamaron a sí mismos 'nefilim', i.e. Aquellos Que Cayeron».
Con independencia de las implicaciones teológicas, no se nos puede escapar el significado literal y original de los versículos: los hijos de los dioses que vinieron a la Tierra desde los cielos eran los nefilim.Y los nefilim eran el Pueblo del Shem -el Pueblo de las— Naves Espaciales.
¿Puede haber alguna duda de que los pueblos de la antigüedad, (al llamar a sus deidades, «Dioses del Cielo y de la Tierra», estaban queriendo decir, literalmente, que eran gentes de alguna parte que habían venido a la Tierra desde los cielos?
Las evidencias hasta ahora presentadas en lo referente a los antiguos dioses y sus vehículos no deberían dejar resquicios a la duda de que hubo una vez seres vivos de carne y hueso que, literalmente, bajaron a la Tierra desde los cielos.
Incluso los primeros recopiladores del Antiguo Testamento -que consagraron la Biblia a un único Dios- consideraron necesario reconocer la presencia en la Tierra de estos seres divinos en la antigüedad.
La enigmática sección -a la que le tienen pánico tanto los traductores como los teólogos- es la que forma el comienzo del Capítulo 6 del Génesis. Ocupa el espacio que hay entre la reseña de la expansión de la Humanidad a lo largo de las generaciones después de Adán y el relato del desencanto divino con la Humanidad que precedió al Diluvio. Afirma, inequívocamente, que, en aquel tiempo,
los hijos de los dioses
vieron que las hijas de los hombres estaban bien;
y tomaron por esposas
a las que preferían de entre todas ellas.
Las connotaciones de estos versículos, y los paralelismos que hay con los relatos súmenos de los dioses, de sus hijos y nietos, y de la descendencia semidivina resultante de la cohabitación entre dioses y mortales, se acumula mientras seguimos leyendo los versículos bíblicos:
Los nefilim estaban sobre la Tierra,
en aquellos días y también después,
cuando los hijos de los dioses
cohabitaban con las hijas de los Adán,
y ellas les daban hijos.
Ellos fueron los poderosos de la Eternidad-
El Pueblo del shem.
La traducción que figura aquí no es la traducción tradicional. Durante mucho tiempo, la expresión «Los nefilim estaban sobre la Tierra» se tradujo como «Había gigantes sobre la tierra»; pero los traductores modernos reconocen el error, optando al final por dejar intacto el término hebreo nefilim en la traducción. El versículo «El pueblo (gente) del shem», como sería de esperar, se tradujo como «la gente que tenía un nombre», y, de ahí, «los hombres famosos». Pero, como ya hemos dicho, el término shem se debe tomar en su sentido original -un cohete, una nave espacial.
Entonces, ¿qué significa el término nefilim'? Derivado de la raíz semita NFL («ser lanzado abajo»), significa exactamente lo que significa: ¡aquellos que fueron arrojados a la Tierra!
Los teólogos contemporáneos y los eruditos bíblicos han preferido evitar estos molestos versículos, justificándolos alegóricamente o, simplemente, ignorándolos por completo. Pero los escritos judíos de la _época del Segundo Templo reconocieron en estos versículos los ecos de antiguas tradiciones sobre los «ángeles caídos». Algunos de los más antiguos trabajos eruditos llegaron a mencionar los nombres de estos seres divinos «que cayeron del Cielo y estaban en la Tierra en aquellos días»: Sham-Hazzai («centinela del shem»), Uzza («poderoso») y Uzi-El («poder de Dios»).
Malbim, un destacado comentarista bíblico judío del siglo xix, reconocía estas antiguas raíces y explicaba que «en la antigüedad, los soberanos de los países eran los hijos de las deidades que llegaron a la Tierra desde los Cielos, y gobernaron la Tierra, y tomaron esposas de entre las hijas del Hombre; y entre su descendencia hubo héroes y poderosos, príncipes y soberanos». Estas historias, decía Malbim, eran de los dioses paganos, «hijos de las deidades que, en tiempos primitivos, cayeron desde los Cielos a la Tierra... ésta es la razón por la que se llamaron a sí mismos 'nefilim', i.e. Aquellos Que Cayeron».
Con independencia de las implicaciones teológicas, no se nos puede escapar el significado literal y original de los versículos: los hijos de los dioses que vinieron a la Tierra desde los cielos eran los nefilim.Y los nefilim eran el Pueblo del Shem -el Pueblo de las— Naves Espaciales.
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